La sombra de la luna by M. M. Kaye

La sombra de la luna by M. M. Kaye

autor:M. M. Kaye
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histórico
publicado: 1956-08-09T23:00:00+00:00


En los largos días y semanas que siguieron, Winter vio raras veces a Alex y nunca habló con él. Pero Alex no se había marchado de Lunjore, y ella, que en una ocasión —¡cuánto tiempo parecía haber pasado desde aquello!— había pensado en pedir a Conway que solicitase su traslado a otro lugar, casi se alegraba de ello. El hecho de que estuviese aquí, aunque ella no le hablase ni le viese, era curiosamente consolador; el único eslabón firme en una cadena enmohecida y corrompida. Si algún día llegaba la vida a hacerse insoportable, allí estaría Alex. Al menos él no se negaría a ayudarla. Conocía a Conway.

Alex pasaba la mayor parte del tiempo en las zonas exteriores del distrito, y, cuando no estaba de viaje, evitaba entrar en los salones de la Residencia. Pero estaba con frecuencia en el despacho del comisario, y Winter oía el murmullo de su voz pausada que, cuando se dirigía a su marido, parecíale que tenía el aplomo de un adulto explicando, paciente y cuidadosamente, un problema a un chico malcriado, torpe y rebelde. Comprendía vagamente que Alex dominaba con fuerza su genio, y a menudo se preguntaba por qué se tomaba el trabajo de hacerlo, ya que la verdad de la impertinente observación de Mrs. Cottar, cuando dijo que el capitán Randall hacía el trabajo y el comisario Barton se llevaba la fama, no tardó en evidenciarse.

Conway trabajaba poco y se alegraba de confiar a Alex la mayor parte de sus funciones. Firmaba los documentos que Alex le presentaba y confirmaba las decisiones que le eran sometidas, que las había tomado él mismo. A fin de cuentas, no había dimitido de su cargo, pues, según rumores, el gobernador general proyectaba realizar un viaje por todo el país, incluido Lunjore, el año siguiente, y el comisario se olía que podría conseguir el título de caballero. La perspectiva de poder retirarse, no sólo rico, sino también como «Sir Conway», complacía mucho a su vanidad, y por esto había decidido aplazar por un año su dimisión; y también hacer que este año fuese lo más placentero posible. Dejó de interesarse en absoluto en los asuntos de Lunjore, con lo que simplificó en gran manera el trabajo de Alex, aunque esto significaba que éste tenía que pasar más tiempo en Lunjore y menos en el distrito.

Seguro ahora de poseer grandes riquezas, el comisario se mostraba pródigo y la Residencia estaba siempre llena de invitados. Encargó un nuevo mobiliario y objetos de adorno en Calcuta, a fin de que su casa estuviese en condiciones de recibir al gobernador general y a su séquito, y habló de construir un ala nueva en el edificio. Estaba orgulloso de la belleza y la apostura de su esposa, y la complacía que sus vestidos y sus joyas y su juvenil dignidad causaran impresión en sus invitados. Pero se había cansado pronto de ella como mujer. Winter no había vuelto a chillar ni a llorar ni a resistirse, pero la pasiva y rígida



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